Maximino Brasa Bernardo _ Médico
«Diario de un cirujano. Incógnitas del alma»
era uno de los últimos libros en los que el
doctor Maximino Brasa Bernardo trabajaba cuando
le alcanzó la misma muerte que siempre pretendió
mantener alejada de sus pacientes. Y quizá el
título de este último libro sea uno de los que
mejor definan la personalidad de este médico
infatigable y lúcido que supo convertir la
ciencia en una de las mejores aliadas del
humanismo.
Maximino Brasa Bernardo nació en Santibáñez
de la Isla (León). En el colegio La Salle, de
Astorga, realizó sus primeros estudios. Sus años
de bachillerato transcurrieron en el instituto
Padre Isla de León y más tarde se trasladó a
Valladolid, donde consiguió el premio
extraordinario de licenciatura en Medicina.
Su formación técnico quirúrgica la realizó en
el madrileño hospital de la Princesa, en el
servicio del profesor don Plácido González
Duarte.
Su siguiente destino fue como ayudante en el
Instituto Nacional del Cáncer (denominado más
tarde de Oncología), donde fue ocupando
sucesivos cargos, desde médico de guardia hasta
convertirse finalmente en jefe de servicio del
mismo.
El doctor Brasa ha sido un trabajador
infatigable que comenzaba su jornada a las
cuatro de la mañana. Siempre estuvo enteramente
volcado en su profesión y dedicaba a sus
pacientes toda la atención que su
profesionalidad y su sentido de la solidaridad
le transmitían. Estudioso incansable y gran
conocedor el alma humana, escribía, daba
conferencias y aún así sacaba tiempo para
labores solidarias, como su dedicación a
pacientes de beneficencia en la Venerable Orden
Tercera de San Francisco.
Desde muy joven promovió la lucha intensiva
para luchar contra el cáncer, dando especial
importancia al diagnóstico precoz.
Era presidente de honor de la Academia de
Cirugía de Madrid y secretario general del
Colegio Internacional de Cirujanos. Pertenecía a
todas las academias médico quirúrgicas y
oncológicas nacionales, siendo también el
creador y responsable durante algún tiempo del
servicio de Oncología del Hospital Central de la
Cruz Roja, en Madrid.
Maximino Brasa, «In memoriam»
Maximino Brasa, que acaba de morir, más que
un médico, fue toda su vida un apóstol de la
verdad científica y de la verdad de la
solidaridad humana; un apóstol del servicio
social que comenzaba en el entorno familiar y se
prolongaba en su consulta.
Apóstol de la lucha contra el cáncer,
predicaba haciendo el bien, divulgando su saber
científico y remediando a sus amigos. Era un
apóstol privado del servicio público.
Fiel siempre a sus raíces, que crecían en las
soledades del Órbigo, practicó toda su vida el
arte de la hospitalidad y el de la compasión y
ejercía su virtud dondequiera que se encontraba,
en la academia o en el centro de investigación,
en el archivo o la biblioteca, en su casa o en
la calle.
Fue un oncólogo popular y al mismo tiempo un
misionero que servía a la tierra y al pueblo.
Hablaba y escribía sin tasa ni medida, y en el
ejercicio de ambas tareas era esencial. Tenía
la virtud de la comunicación por la vía de la
comprensión de la circunstancia humana, y en su
trato diario, en sus parlamentos y sus escritos,
se notaba una habilidad especial para pulsar las
fibras íntimas personales de aquel al que se
dirigía. Siempre su conocimiento se asociaba a
la comprensión, su pedagogía a la transparencia,
su servicio, a la humildad.
Su pensamiento estaba siempre dominado por la
idea de ser útil. Su sentido científico estaba
impregnado de una preocupación trascendente y de
una efusión mística, y gustaba de repetir con
frecuencia que Gregorio Marañón tenía en su
mesilla de noche los escritos de Santa Teresa.
Estuvo siempre con honor y con honestidad
allí donde las circunstancias le llevaron.
Juan Carlos VILLACORTA
http://www.abc.es/hemeroteca/historico-22-05-2007/abc/Sociedad/honestidad-y-rigor-cientifico_1633246823738.html
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http://www.abcdesevilla.es/esquelas/veresquela.asp?clave=16474